viernes, junio 06, 2008

La mujer voladora

Aunque dice Juan Pablo Castel ("El túnel" de Ernesto Sabato) que no hay peor forma de soberbia que la modestia misma, hoy renuncio a ella porque hoy lo entendí, hoy lo hice mío como hago mío todo lo que siento que habla de mi, como hago mía cada luciérnaga extraviada que se desvía hacia aquello que resplandece... porque hoy, hoy brillo... y brillo como nunca y brillo como siempre... y porque lo dijo la Luna: ya no soy terrestre, ya no soy una mortal expectadora del vasto escenario celeste, ahora vuelo en él... y porque no sé si sean 10 centímetros o 20 o un metro entero, pero mientras vuelo juego en al aire con los dedos de mis pies...

(dedicada de mi para mi, porque hoy lo entendí...)




NO SÉ ME IMPORTA UN PITO... (OLIVERIO GIRONDO)

No sé me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

2 comentarios:

Luisz dijo...

Me gusta ...

Pero como que ya lo había leído antes, ¿en tu fotolog (qepd)?

Quizá sí.



Saludos y abrazo ...

Mery dijo...

de vuelta a la adicción...

es cuando dices "ahh, era por eso.." claro, en el momento muchas cosas no se entienden, pero llega el día..

abrazos tania.