lunes, febrero 25, 2008

Cuando el paraiso deviene en infierno...


¿Cómo es esto, no? cómo tantas cosas van minando la emoción que sentías al principio... la ilusión, la espontaneidad y hasta la sinceridad. Y no porque los 'te amos' se vuelvan mentira, pero no se sienten igual.

Cuando por más que buscas en tu cabeza eso que te hacía vibrar, no lo encuentras. ¿De qué me habré enamorado?

Y es que uno cree que una flama se mantiene encendida sin hacer nada, cuando precisamente eso es lo que la apaga.

Y reaccionas, si es que lo haces, demasiado tarde y ya no puedes hacer nada por ella. ¿Pero y cuando no reaccionas? ¿Puedes imaginarte una vida entera de apagar flamas? Desconcertado de por qué lo que enciendes irremediablemente se apaga, culpando a todo menos a ti que eres la causa, pensando que un corazón es más inflamable que otro, creyendo que la siguiente mecha será más larga...

Y es triste, vaya que lo es... el perder entre el ruido, entre el caos, entre el humo, la melodía, la armonía, el dulce aroma... las ganas de querer.

Y aquí la tengo, agonizante en la palma de mi mano, sabe que iba a morir y está feliz de que no sea hoy, no todavía.





lunes, febrero 04, 2008

PLACEBO

Caminaba en sus entrañas como quien da un paseo matutino por las calles. Iba con cautela, poniendo especial atención en sus pasos (no quisiéramos pisar alguna arteria, ¿o sí?)

A esta hora no había tráfico en las venas, y aprovechándolo, cruzo con parsimonia ambos ventrículos, tomó el viejo atajo hasta la aurícula derecha, y salió.

Conforme avanzaba, los latidos sonaban cada vez más lejanos y el paisaje se tornaba de tonos y matices diferentes a los que su vista acostumbraba. –La sangre... la sangre no es tan roja por aquí- se dijo a si mismo.

El rumbo por el que ahora merodeaba era desconocido y titubeó por un instante en continuar adentrándose a ese sistema que a la vista parecía interminable.

Pero ya era muy tarde, las arterias estaban congestionadas haciendo su trabajo y el rastro de glóbulos que fue dejando a su paso se había borrado.

Después de todo había sido su decisión marcharse del que fuese su hogar tanto tiempo. Y digo fuese porque ya no lo sentía así. Ahora era sólo un frío músculo del tamaño de un puño bombeando sangre a todo el cuerpo de ella. Porque acostumbrado a escuchar su nombre en cada latido, ahora sólo escuchaba un hueco “bum, bum”.

Desorientado y triste, buscó rincón en algún órgano desconocido para él, se sentó y sólo esperó. Lentamente, fue quedándose dormido, hasta que finalmente se sumió en una inconciencia de la que ya no saldría: la de su inexistencia.

Afuera, ella tomaba sus píldoras para olvidar. Se las había recetado uno de esos doctores que uno va a ver cuando se padecen males de amores. – No fueron baratas, así que más vale que funcionen- decía, al tiempo que cerraba el frasco, suspirando.

No hay duda, el amor es una enfermedad.


TANIA GUEVARA GUZMÁN

Colaboración Revista Especiales, edición Febrero 2008